jueves, 4 de marzo de 2010

Ana Vidal

7.
Ahora había llenado las horas de quehaceres
sin importancia, para que el día se comiera
las palabras,
una a una,
que se las tragara,
pa
la
bras,
poco a poco.
Que cayeran desde mi boca al suelo
sílaba a sílaba inútil.
Tres años de literatura a oscuras
desde ti a otros cuerpos a quienes
nunca di nada.
Guardándote cada palabra nueva
por si volvieras a esta casa sin muebles,
donde desde entonces quise silencio.
Pero ahora miro mis manos limpias,
y lo que tengo.
Tengo, sólo,  una colección
de palabras,
enteras,
atragantadas,una tras otra,
esperando.
Quiero que se despeñen,
que se hagan añicos
destruyéndote,
liberándome.
Porque si algo ha hecho el tiempo
es poner esqueletos de nombres en mi boca,
palabras sin cuerpo
que ya no tienen ni fuerza para oírse.
Tan gastadas,
inservibles.
Tengo un cementerio de frases para ti en mi vientre
y por eso no podré ser madre.
¿Oyes el eco de lo viejo?
tú, que estás tan lejos,
¿aún puedes escuchar?
dime qué hacer con un niño muerto entre las manos.
 (Ana Vidal)

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